El vértigo de la eternidad.
En la aurora de lo profundo, en el sueño de su soledad, se dejó llevar por corrientes infinitas a universos insondables. Herido por el ansia del retorno, nombró los soles y sembró la nostalgia en la matriz de las esferas. En abismos estelares, errante por incontables eones, flotó a la deriva en océanos cósmicos, girando en la plasmación y su líquido fuego inmortal.
Náufrago de sí mismo, se abandonó a las tormentas del tiempo y apostó el espíritu. Perdiéndolo todo; vagó por los caminos del futuro, evocó lejanos horizontes y divisó las bóvedas de lo ignoto, más allá de la noche de lo increado. Cabalgó con legiones solares hacia la fragua germinal de las estrellas, y arrastró la muerte a mundos olvidados en el vértigo absoluto de la eternidad.
Este es el sueño de su antigüedad, ecos de una tragedia que aún arden en las estancias del origen, en el vórtice salvaje del primer sol. Viajero de un laberinto celeste, hasta aquí ha sido arrastrado por los dioses del ocaso, solo para despertar en esta lágrima, y retornar al puerto del que nunca partió.