top of page

Memoria de la piedra

No todas las mañanas volverán en el recuerdo, no todos los abrazos estarán ligados a su añoranza, no todas las tristezas habitarán el ansia de su reverso, muchas cosas se perderán para siempre en la oscura laguna de la degradación. No todos los recuerdos podrán ser rescatados, ni todos los atardeceres recobrados del pozo de los días eternos, tampoco volverán las estaciones de la primera edad, la olvidada leyenda del origen y sus infinitas bóvedas celestes. Nadie recordará el tiempo de los primeros, su arcano mensaje, y así, casi todo se olvidará en la danza invisible de edades decadentes y dioses alógenos. Y, al igual que el sueño del corazón, de esferas fallidas y templos abandonados, ya nunca recordaremos su razón original, y una negra sombra se abatirá sobre los mundos giratorios. Nadie recordará la cuna estelar, nadie añorará con azul melancolía la fuente y su canción solar, y ciegos, perdidos en incontables universos, esclavos de la ilusoria materialidad de lo temporal, olvidaremos para siempre la promesa y ya nadie ansiará el retorno a la antigua casa de los eones. Qué puede hacer entonces el poeta sino soportar el agravio de los que olvidaron, vagar despierto entre religiones dormidas, ser la sombra proscrita de imperios fútiles, trágico mensajero de una leyenda prohibida, hilador de la más antigua nostalgia, aedo de la memoria de la piedra, por siempre entonando su canto sagrado en el atardecer de los mundos.

                                                                                               Gorka Lasa

gorkalasa_edited_edited.jpg

El vértigo de la eternidad

En la aurora de lo profundo, en el sueño de su soledad, se dejó llevar por corrientes infinitas a universos insondables. Herido por el ansia del retorno, nombró los soles y sembró la nostalgia en la matriz de las esferas. En abismos estelares, errante por incontables eones, flotó a la deriva en océanos cósmicos, girando en la plasmación y su líquido fuego inmortal.  Náufrago de sí mismo, se abandonó a las tormentas del tiempo y apostó el espíritu. Perdiéndolo todo; vagó por los caminos del futuro, evocó lejanos horizontes y divisó las bóvedas de lo ignoto, más allá de la noche de lo increado. Cabalgó con legiones solares hacia la fragua germinal de las estrellas, y arrastró  la muerte a mundos olvidados en el vértigo absoluto de la eternidad.  Este es el sueño de su antigüedad, ecos de una tragedia que aún arden en las estancias del origen, en el vórtice salvaje del primer sol. Viajero de un laberinto celeste, hasta aquí ha sido arrastrado por los dioses del ocaso, solo para despertar en esta lágrima, y retornar al puerto del que nunca partió.

                                                                                             Gorka Lasa

9821-289 (21)_edited_edited.jpg

Remanentes

¿Dónde están las noches de aquella visión centelleante que en el líquido fluir de un metal antiguo se agriaron en su oxido doliente? ¿Dónde están los espacios sagrados, aquellos que evitamos para no escuchar el murmullo de la tierra, su lamento salino, su herida, su demanda? ¿Dónde nacerán los nuevos sueños, ahora que las ballenas, encalladas en las costas del pensamiento, reclaman su injusta muerte, su asfixia terrible en el atardecer del mundo? Arden hoy en la garganta de la vida nuevas formas que agitarán el futuro, heréticos sueños lúbricos para intentar inútilmente trocarnos en la luz que nos creó. Esta es la tragedia de un mundo calcinado, el desierto antiguo donde todo aguarda y comenzará de nuevo. Negro cubo habitado por la esquirla maldita de un viaje ilusorio que, tocando a su fin, supura delirios de eternidad en su lejano hemisferio en decadencia. ¿Somos solo remanentes de un orgasmo creador? ¿Pruebas ineficaces de un fraguador de galaxias de artificio? ¿Somos silencios arrojados a la periferia sin luz, inservibles máquinas espirituales? Somos torpes engranajes de carne que no supieron girar en el corazón del sol. Desechos agónicos de un sueño sin tiempo, tristes mitos olvidados de una leyenda fallida, espejos rotos de la mente halógena. Somos ideas en desuso de un dios que se extinguió.                         

                                                                                             Gorka Lasa

Cogs II - Gorkalasa_edited_edited.jpg

Árboles

Estáticos peregrinos de edades agotadas, habitantes sin tiempo de los bosques del vacío, centinelas adormecidos en una elíptica ciega, mudos testigos de mis tormentas oníricas, altivos hierofantes de mis estaciones heridas. Siempre deshojando sus rituales de sed en los otoños del silencio, añorando en secreto el invierno final, la gélida y estéril luz del abismo y el olvido. Árboles durmientes, melancólicos vigías de los bosques infinitos del alma, donde erran perdidos mis poemas inconclusos, poemas del atardecer, poemas de las cosas extraviadas en los naufragios del dolor. Poemas atávicos emanados del hielo de mil crepúsculos heridos, donde un himno roto se quedó conmigo mirando hacia el origen de los tiempos, acompañando el rodar de mis vidas con un diapasón trágico y arcano. Árboles mudos, solo presienten desde su costra coagulada de intentos, lacerada corteza que el fuego y la guerra dejaron en sus cuerpos erguidos. Fue por culpa de lo imaginado, del delirio de lo perdido, el terco empeño de soñar el canto profundo de la eternidad, lo que forzó a los árboles estelares al solitario derrumbe de su sabia belleza. Árboles, testigos de mis atisbos, espectros condenados a la eterna sed de la búsqueda, ellos nunca lograrán cruzar el espeso mar de la tristeza y, como tantos otros seres de mis sueños, esperarán por siempre en la desolación la larga disolución de sus memorias, sedientos y abandonados, testigos del ocaso en el distante cenit de las edades perdidas de mi ser.                        

                                                                                             Gorka Lasa

Tree- Gorkalasa_edited_edited.jpg
bottom of page