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       Sobre la agrietada piel de los días, en la ambigua frecuencia de la interna volición, otra vez los cantos infinitos y azules del alma afloran en los valles del pensamiento y se extienden en atardeceres sin final que arden de nostalgia en las terribles encrucijadas del tiempo y sus meandros insondables. Memorias atávicas, cielos recelosos del eco de la vida se ocultan en el silencio de la lluvia, mientras el testigo sin pasado observa cómo los sueños se desploman sobre el caos de la mente, buscando inútilmente en el umbral de la conciencia las viscosas disfonías del deseo, los viejos sueños condenados al error, los húmedos laberintos de promesas incumplidas. ¿No escuchas acaso su canto inequívoco y abisal? ¿No oyes el crujir de los huesos de la historia bajo las sombras y los mitos de este ovo en llamas? ¿Desanduve acaso el sueño de la unidad para pretender que dormía, y así remontar nuevamente el sendero ilusorio del despertar? ¿Acaso no me dejé llevar por lo que era arrastrado hacia arriba en el iridiscente río del eterno retorno? ¿Olvidé, tal vez, beber de la savia del árbol invertido, retornando a la raíz de su unidad, transmutado en la visión de lo inasible y lo único? He llegado sin remedio al lugar sin tiempo donde duerme todo lo que no puede ser soñado. ¿Para qué entonces esta eterna búsqueda inmóvil? ¿Para qué entonces la poesía que clama sin reposo desde las profundidades de mi alma?

Gorka Lasa

Algunos de nosotros, para siempre - Gorka Lasa - poesía.
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