Los singulares textos metafísicos de Gorka Lasa en “La Claridad”
Por Enrique Jaramillo Levi
Escritor, cuentista y gestor cultural panameño
La Claridad, subtitulado “Cuentos, sueños y memorias del despertar”, del poeta panameño Gorka Lasa (1972), obra que se presentó en la VII Feria Internacional del Libro en agosto de 2011, nos ofrece una visión completamente diferente de la realidad. Desde la óptica de una filosofía metafísica milenaria de raíz oriental y a veces prehispánica, cuya única prioridad es la búsqueda permanente de la plenitud del espíritu mediante la meditación y la austeridad material, la mayoría de los 30 textos breves que conforman este libro son más bien relatos, introspecciones o sueños, si bien también podemos considerar como cuentos per sé a no pocos de ellos.
Con dos sobresalientes poemarios anteriores -Viaje a la Lejanía (2007) y Cantos de la Legión Arcana (2010)-, que incursionan sin ambages en temas esotéricos espiritualmente afines a este su tercer libro, La Claridad revela ahora, mediante una prosa poética exquisita de fina raigambre antigua, a un escritor más preocupado por develar la trascendencia de los laberintos del ser profundo teniendo siempre como modelo la guía espiritual de un auténtico Maestro, que las vicisitudes cotidianas de una existencia mundana reconocible. Y sin embargo, el tono de poco menos de la mitad de los textos es narrativo, acaso porque suele haber viajes físicos y espirituales por realizar con mucho esfuerzo y sacrificios en pos de la trascendencia, aunque también se insertan largos pasajes ensayísticos, es decir hondamente reflexivos, que a menudo engullen y transgreden lo estrictamente narrativo.
Si bien a mi entender se trata de un leit motif demasiado reiterativo a lo largo de todo el libro, lo cual tiende a cansar al lector común y corriente, ya que Lasa le da un sentido monotemático que a la larga hace bastante previsibles el sentido y estructura de los textos, se nota la deliberada intencionalidad del autor en presentar numerosas variantes de este fenómeno de la búsqueda, por parte de sus protagonistas, de una esencialidad espiritual (no religiosa) llamada “La Claridad”, que termina convirtiéndose en un estilo personalísimo en su escritura. El problema es que sentimos demasiado al autor mismo elucubrando y dando explicaciones metafísicas, y mucho menos a sus pocos auténticos personajes. En todo caso, es innegable que fondo y forma se tornan absolutamente inseparables en esta obra, lo cual, por supuesto debe ser considerado una virtud y no un defecto, sobre todo si se valoran individualmente estos textos singulares, cada uno meritorio, escritos con impecable precisión, limpieza semántica y profundidad.
Es la visión de conjunto lo que, a la larga, cansa un poco, ya que “las visiones” que ofrece el libro llegan a sentirse repetitivas pese a sus variantes. Al final, en un texto que funciona como epílogo, un narrador nos confiesa que él ha estado contando esas historias como una forma de rescatarlas del olvido.
Algunos de estos textos son más bien pequeños ensayos o simplemente profundas reflexiones, tanto por su grado de abstracción como por su casi nula narratividad ficcional. Un buen ejemplo de ello es el que se titula “El camino olvidado”, pero hay otros. Por otro lado, otros de los textos son una suerte de estampas metafísicas, sin verdaderos personajes ni situaciones de particular conflicto y mucho menos auténticos desenlaces (tal vez porque en ellos no hay una trama ficcional); como por ejemplo “Sin rumbo”. Pero no me cabe duda alguna de que esta es una obra única en la historia de la literatura panameña precisamente por las características antes consignadas, independientemente de que muchos de los textos no sean en realidad cuentos formalmente concebidos como tales en sus elementos clásicos. Acaso esto no importe, pues su contribución intelectual al mundo del espíritu trasciende las limitaciones de un género literario u otro.
Me parece, sin embargo, que con un poco de flexibilidad conceptual podemos considerar como verdaderos cuentos los siguientes textos que aparecen en La Claridad, ya que de entre los treinta que componen el libro, los siguientes 14 cumplen con los requisitos mínimos del género: “Antxo”, “Compasión y lealtad”, “Sinuhé”, “El vuelo del quetzal”, “Sogyal”, “Ix-Tijax”, “Sirio B” (que ocurre en el espacio sideral, excelente monólogo), “La primera fuente”, “Akemi”, “El corredor”, “Garza de luna”, “Lucio” y “Es hora de morir”. Y además “Liana del alma”, el más extenso, y para mi gusto tal vez uno de los mejores cuentos del libro, por su profundidad y sobriedad de exposición sin renunciar a la indispensable narratividad propia de la ficción literaria, por su gran belleza plástica, y porque en él se resume la esencia de lo que el autor busca transmitir en el conjunto de su obra en cuanto a la fluidez, proteica multiplicidad, armonía interior y singular belleza de los mundos posibles implícitos en ese estado ideal llamado La Claridad; una suerte de aleph borgeano en que se congrega todo lo trascendente, aunque una droga psicodélica proporcionada al protagonista por un viejo chamán del Amazonas sea la que en la historia desencadena sus extraordinarias visiones extrasensoriales (si bien me atrevería a afirmar que el autor jamás aludiría a dicha substancia así, como una droga psicodélica).
En estos textos específicos, que yo acepto como cuentos pero que sin duda otros preferirán llamar relatos --hay una discutible diferencia en el grado de sofisticación artística debido a la usual sencillez del relato frente a la frecuente complejidad estructural del cuento como tal--, la bien lograda hibridación y simbiosis que ocurre entre lo reflexivo y lo propiamente narrativo enriquecen su textura permitiendo y avalando su ficcionalización.
Gorka Lasa, además de ser en este libro un ilustrado filósofo de la espiritualidad esotérica (los epígrafes que anteceden a algunos de sus textos lo demuestran), en múltiples pasajes se nos descubre como un excelente narrador, y capaz de meticulosas descripciones de sorprendente belleza. Este joven autor tiene un importante caudal de aportes que hacer a las letras nacionales como poeta, cuentista y ensayista, y sin duda los irá entregando a medida que su pujante creatividad encarne una y otra vez.
Su largo y ambicioso viaje literario, como su búsqueda de La Claridad, apenas empiezan.