Memoria de la piedra
Por Gorka Lasa
No todas las mañanas volverán en el recuerdo, no todos los abrazos estarán ligados a su añoranza, no todas las tristezas habitarán el ansia de su reverso, muchas cosas se perderán para siempre en la oscura laguna de la degradación. No todos los recuerdos podrán ser rescatados, ni todos los atardeceres recobrados del pozo de los días eternos, tampoco volverán las estaciones de la primera edad, la olvidada leyenda del origen y sus infinitas bóvedas celestes. Nadie recordará el tiempo de los primeros, su arcano mensaje, y así, casi todo se olvidará en la danza invisible de edades decadentes y dioses alógenos. Y, al igual que el sueño del corazón, de esferas fallidas y templos abandonados, ya nunca recordaremos su razón original, y una negra sombra se abatirá sobre los mundos giratorios. Nadie recordará la cuna estelar, nadie añorará con azul melancolía la fuente y su canción solar, y ciegos, perdidos en incontables universos, esclavos de la ilusoria materialidad de lo temporal, olvidaremos para siempre la promesa y ya nadie ansiará el retorno a la antigua casa de los eones. Qué puede hacer entonces el poeta sino soportar el agravio de los que olvidaron, vagar despierto entre religiones dormidas, ser la sombra proscrita de imperios fútiles, trágico mensajero de una leyenda prohibida, hilador de la más antigua nostalgia, aedo de la memoria de la piedra, por siempre entonando su canto sagrado en el atardecer de los mundos.