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Árboles

Por Gorka Lasa

«Los árboles mueren de pie,

solos y en silencio».
Alejandro Casona

Estáticos peregrinos de edades agotadas, habitantes sin tiempo de los bosques del vacío, centinelas adormecidos en una elíptica ciega, mudos testigos de mis tormentas oníricas, altivos hierofantes de mis estaciones heridas. Siempre deshojando sus rituales de sed en los otoños del silencio, añorando en secreto el invierno final, la gélida y estéril luz del abismo y el olvido. Árboles durmientes, melancólicos vigías de los bosques infinitos del alma, donde erran perdidos mis poemas inconclusos, poemas del atardecer, poemas de las cosas extraviadas en los naufragios del dolor. Poemas atávicos emanados del hielo de mil crepúsculos heridos, donde un himno roto se quedó conmigo mirando hacia el origen de los tiempos, acompañando el rodar de mis vidas con un diapasón trágico y arcano. Árboles mudos, solo presienten desde su costra coagulada de intentos, lacerada corteza que el fuego y la guerra dejaron en sus cuerpos erguidos. Fue por culpa de lo imaginado, del delirio de lo perdido, el terco empeño de soñar el canto profundo de la eternidad, lo que forzó a los árboles estelares al solitario derrumbe de su sabia belleza. Árboles, testigos de mis atisbos, espectros condenados a la eterna sed de la búsqueda, ellos nunca lograrán cruzar el espeso mar de la tristeza y, como tantos otros seres de mis sueños, esperarán por siempre en la desolación la larga disolución de sus memorias, sedientos y abandonados, testigos del ocaso en el distante cenit de las edades perdidas de mi ser.

Algunos de nosotros, para siempre - Libro de Gorka Lasa
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